miércoles, 26 de agosto de 2009

Barbarie. Nota publicada en La Opinión Semanario por David J. Pujol

Cuando pensé escribir esta nota, lo hice dejando pasar un tiempo y buscar las palabras más racionales posibles. Pero con estos últimos acontecimientos sólo me vino a la mente esta definición, y es la que lleva por título estas líneas.Creo que es la única palabra que queda para reflejar de alguna manera los sucesos ocurridos en la Escuela Normal. Ese mismo colegio que el 14 de abril del año que viene cumplirá 100 años.Desde ya que incendiar cualquier institución es un hecho más que aberrante, pero hacerlo en una escuela es ver que cada día que pasa nuestra sociedad retrocede a pasos agigantados. ¿Qué placer se puede encontrar en ver en llamas un lugar donde se busca educar? ¿Cuál es el objetivo de prender fuego y quemar el pasado, el presente y el futuro?Las llamas de la Escuela Normal nos reflejan cómo lentamente nuestra sociedad se incendia. Los principios éticos y morales de una comunidad, como en algún momento fue San Pedro, van sucumbiendo a la intolerancia y la solidaridad, honestidad y respeto parecen palabras que hoy suenan muy lejos.Por eso, para cada uno de nosotros, las paredes negras por el fuego del “Normal” deberían significar un alto, un repensar lo que nos está sucediendo. El mobiliario, las actas, las computadoras, todo eso se podrá reponer y aquello que por historia ya no lo podamos reconstruir, al menos nos quedará, para quienes lo pudimos apreciar, guardado en nuestras retinas. Pero no nos confundamos, hay algo que se “incendió” hace mucho tiempo en “nuestra ciudad”. Quizás sea hora de replantearnos qué pensamos hacer para cambiar. Dicen que para muestra alcanza un botón, y este fin de semana, como tantos otros, me alcanzó para ver cómo muchas cosas de las que se hablan van quedando en el camino de las intenciones (salvo honrosas excepciones).Un fin de semana largo, para descansar, para recibir al turista, para… para ver cómo las madrugadas se convierten en tierra de nadie. Donde romper la vidriera de un local de computación en Mitre parecería ser un deporte olímpico, donde dejar una garrafa abierta para que el fuego “vuele” por el aire un salón de la escuela sea un nuevo récord que aparezca en el Libro Guiness.Pero ¿se trató de poner coto a esto? Claro que sí, las fuerzas vivas de la ciudad en forma conjunta con la máxima autoridad municipal buscaron implementar mecanismos para contrarrestar la violencia de todo tipo, y funcionó durante algún tiempo. Pero no alcanzó, hoy seguimos igual o peor. Por eso, como el título de estas líneas, vivimos en esta comunidad que quiere ser una urbe turística abierta al país, pero las consecuencias de ello también las estamos pagando. La radicación de la violencia en San Pedro también es parte de esta metamorfosis en la que decidimos participar. Algunos tendrán que dar la cara por ello, y no creo que sean solamente aquellos que prendieron fuego a la escuela, a nuestra querida escuela, o aquellos que por robar asesinan a sangre fría, o rompen vidrieras en la principal calle de esta ciudad. Prendieron fuego a nuestra escuela, a nuestro emblema sampedrino, al igual que la Iglesia, las barrancas, o lo que alguna vez fue la laguna. Mañana irán por otra cosa y, mientras tanto, seguiremos observando.El salvajismo no se da solamente en un incendio, eso es nada más que el corolario de una vertiginosa caída social, una ruptura en nuestro entramado social, donde mucho tiene que ver la pérdida de esos valores que mencioné antes. Estimado lector, busquemos en las profundidades de esta sociedad los responsables de esta BARBARIE, y seguro que encontrará, entre otras cosas, las modificaciones educativas, el abandono social, la omnipotencia de las autoridades de turno, la manipulación de la información en función de algunos pocos, la escasa responsabilidad de quienes ejercen el poder y solamente se conforman con mantener sus propio status quo, los intereses económicos de los mismos pequeños señores que buscan cada día más la riqueza de la avaricia.En fin, la BARBAIRE de lo sucedido es nada más que nuestra propia indiferencia, de dar vuelta la cara y no ver que ya dejamos hace mucho tiempo de ser una comunidad tranquila, apacible, donde las casas sin rejas, los chicos jugando a cualquier hora, el no decir a dónde vamos o de dónde veníamos, a respetar las decisiones de una profesora, de una maestra o de una directora, sin pensar que nuestros padres le ponían luego un abogado, porque ellos también sabían respetar.Quien escribe estas líneas se siente muy apesadumbrado, porque en esa escuela, la de todos, la de nuestros abuelos, la de nuestros padres, la de nuestros hijos y quizás, por qué no, la de nuestros nietos, hoy se lee entre sus paredes ennegrecidas solamente una cosa: BARBARIE.Espero que el 14 de abril del 2010, podamos pedirle perdón a nuestra escuela, a nuestra patria chica.

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